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viernes, 24 de febrero de 2012

Los residuos sólidos urbanos-Parte I-B-

¿Cómo se manejaron los residuos de Buenos Aires? 

Desde la Revolución de Mayo hasta nuestros días la disposición y el tratamiento de los residuos domiciliarios se fue modificando al ritmo del crecimiento de la ciudad y del cambio de las tecnologías. En términos generales, hubo alternancia entre depositarlos en sitios más o menos alejados y distintas versiones de incineración o de entierro. Su manejo estuvo en manos de la propia administración pública o de contratistas privados en proporciones que variaron con el tiempo, si bien siempre implicó un significativo gasto público. Hoy en día, éste asciende a más del 10% del presupuesto total de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los cambios en estos manejos fueron por lo común graduales y sus características hacen posible identificar distintos períodos (ver cuadro 1 que se publicará en la Parte II).
En el primero de esos períodos, entre fines del siglo XVII y alrededor de 1860, existía un sistema de recolección restringido a la zona céntrica de la ciudad donde un empleado del municipio entraba cada mañana en los zaguanes de las viviendas para retirar desechos por lo general depositados en recipientes de hojalata. Los cargaba en un carro tirado por caballos y los arrojaba en alguno de los ¨huecos¨ dispuestos para tal fin. El sistema era bastante deficiente, igual que otros que se propusieron a lo largo de esos años. Las crónicas de época documentan cómo una parte de lo recolectado terminaba en las calles debido al traqueteo del carro por el precario empedrado. Un conjunto de normas establecía los sitios de disposición final y fijaba multas a quienes las violaran.

Los huecos eran depósitos de basura autorizados en tiempos hispánicos por el Cabildo. Solían estar en terrenos bajos y la única medida de manejo adoptada para ellos era construir un muro perimetral que los ocultara, es decir, una mejora visual que sólo disminuía en forma ínfima el olor a putrefacción que nunca se pudo eliminar. Muchos de esos huecos son actuales plazas, como las Lavalle y Vicente López, respectivamente, los huecos de Zamudio y las Cabecitas. El segundo debió su nombre a que allí se depositaban las cabezas de corderos sacrificados en el matadero del norte, ubicado en el cruce de las actuales avenidas Las Heras y Pueyrredón. Hasta un terreno contiguo a la actual Plaza de Mayo tuvo por un tiempo esa indigna función: el hueco de las Ánimas que había sido el primer cementerio de Buenos Aires (figura 4).

Las viviendas también eran sitios de disposición, pues en sus fondos se cavaban pozos en los se quemaban o simplemente enterraban los desperdicios, y estos también tendían a aparecer sin más en los terrenos baldíos. No cuesta entender que el sistema creaba riesgos sanitarios no menores en una ciudad que padeció serias epidemias, como las de fiebre amarilla y cólera.

1. Basurero nocturno. Recolección de residuos por un empleado municipal que vaciaba los contenedores de hojalata usados por los vecinos en otros de mayor tamaño, los cuales volcaba en el carro para llevarlos a platan o usinas incineradoras, ca.1920.
2. Carros descargando basura en el horno de una usina incineradora municipal, ca. 1920
3. Quema de basura en la usina de Nueva Pompeya
4. Quema de basura en la usina de Chacarita
5. Evolución de los vehículos de recolección de residuos


A partir se 1861 se puede reconocer un segundo período, caracterizado por cierto ordenamiento urbano: los huecos se trasladaron progresivamente hacia el sur mientras la población gravitaba hacia el norte. También, el servicio de recolección y disposición de los residuos comenzó a realizarse por contratistas privados, que se obligaban a quemarlos luego de haber separado aquellos que tuvieran valor de mercado. El sistema de incineración era precario y tenía lugar en baldíos próximos a la urbanización, lo que despertaba las quejas de los vecinos. Así, en 1871 se inauguró oficialmente un vaciadero municipal a orillas del Riachuelo, entre Barracas y Nueva Pompeya. Un año más tarde se instalaron hornallas a cielo abierto en un sitio que por ello comenzó a ser conocido coloquialmente por la Quema.
Como parte de este ordenamiento, los residuos se recolectaban en cada vez más zonas de la ciudad y se transportaban en carros hasta un vaciadero ubicado en Rivadavia y Loria ( denominaciones actuales). Allí eran cargados en el tren de la basura, un ramal del Ferrocarril del Oeste que partía de la estación Once de Septiembre, la estación central de la línea, y realizaba tres viajes diarios hasta la Quema con un doble propósito: además de llevar los residuos, transportaba carbón en sentido inverso desde el puerto del Riachuelo, para consumo de las locomotoras.
En la Quema se recuperaban los elementos comerciables y la basura restante se distribuía sin más en hornallas abiertas, sin clasificarla en categorías determinadas por la facilidad de incineración. Los gases de su fermentación, los residuos volátiles de la quema irregular y los abundantes humos afectaban a los vecinos de barrios cercanos.

 Chimeneas de la usina de Chacarita, AGN
El comienzo del tercer período acaece hacia 1920, momento en el que las técnicas más avanzadas de tratamiento de residuos consistían en arrojarlos a los ríos, utilizarlos como abono orgánico de cultivos o quemarlos en hornos cerrados. La última opción, practicada en otros países, resultó la más conveniente aquí. A partir de 1908 se incentivó la instalación de incineradores domiciliarios y se construyeron hornos centrales que operaron hasta la inauguración, entre 1926 y 1929, de plantas o usinas incineradoras ubicadas en Chacarita, el bajo de Flores y Nueva Pompeya.
Hacia 1930 esas usinas destruían el 80% de los residuos, mientras el resto se enviaba a los vaciaderos que seguían vigentes. Como parte del manejo de los residuos, las usinas empleaban formalmente a cirujas, para recuperar materiales con valor de mercado. Con las cenizas resultantes de la incineración se rellenaban terrenos bajos de la ciudad. Durante este período aumentó notablemente la contaminación atmosférica con hollín, dióxido de carbono, metano, dioxinas, etcétera, emitidos tanto por las usinas centrales como las domiciliarias. La concentración media de partículas en suspensión se duplicó entre 1967 y 1971 (pasó de 0,12 a 0,24 mg por metro cúbico). El período finalizó en 1976, con la desactivación definitiva de ambos tipos de incineradores.
En 1977 comienza un cuarto período, que se extiende hasta comienzos de la década de 1990. Se caracterizó por el inicio del enterramiento controlado de los residuos en áreas especialmente destinadas a ese propósito, denominadas rellenos sanitarios (ver recuadro que se publicará en la Parte II ¨¿Qué es un relleno sanitario?¨). En 1977 los gobiernos de la provincia de Buenos Aires y de la entonces Capital Federal crearon la empresa Cinturón Ecológico Área Metropolitana Sociedad del Estado (CEAMSE), actualmente en funcionamiento. Ella tomó a su cargo el manejo de la totalidad de los residuos de la Ciudad de Buenos Aires y de municipios aledaños bonaerenses que integran el área metropolitana. El relleno sanitario resultó ambientalmente más seguro y disminuyó las emisiones de gases y hollín a la atmósfera, con lo que ésta se volvió apreciablemente más límpida.
En sus comienzos no incluyó la clasificación de los residuos ni la recuperación de aquellos con potencial de reciclaje, por lo cual la velocidad de saturación de los predios de disposición resultó muy alta, pues una gran proporción de la basura es de muy lenta degradación biológica y permanece casi inalterada por décadas y hasta siglos. La recolección se puso en manos de empresas contratistas, tanto privadas como municipales, responsables de recoger la basura por las calles seis días por semana y llevarla en camiones a una estación de transferencia, desde donde el CEAMSE la transportaba y sigue transportando en camiones de mayor capacidad hasta el relleno sanitario. Si bien el sistema comprendió todos los barrios de la ciudad, en algunos persistieron basurales a cielo abierto, en particular en el sur.
A partir de la década de 1990 se puede identificar un quinto período, que aún transcurre, caracterizado por una mayor atención general a los asuntos ambientales. En el ámbito nacional se creó el Consejo Federal del Medio Ambiente, además de la Secretaría de Recursos Naturales y Ambiente Humano, ambos orientados a definir políticas para enfrentar los problemas ambientales, entre los que se cuenta el manejo de los residuos domésticos. En 1994, la reforma de la Constitución Nacional incorporó la figura del derecho ambiental.
En concordancia con lo anterior, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ante la que instituciones ecologistas como Greenpeace, Gaia, FARN, Fundación Ciudad y otras realizaron intensos cabildeos, sancionó la ley 1854 de basura cero, vigente desde 2007. La norma constituye un progreso cualitativo en materia de manejo de residuos, pues establece tanto la reducción progresiva de los aprovechables enviados al relleno sanitario, como la separación y recuperación de ese tipo de materiales. Ello, a su vez, va más allá de las prácticas de disposición de los residuos, ya que apunta a corregir hábitos de consumo y a lograr un uso más racional de los recursos naturales (ver recuadro que se publicará en la Parte II ¨Las tres erres: reducir, reutilizar y reciclar). Entre otras disposiciones, prohíbe incinerar basura sin haber realizado determinado porcentaje de separación de residuos.

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