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Fuente fabainforma
El Comité de Redacción de Acta Bioquímica Clínica
Latinoamericana ha seleccionado este artículo publicado en EXACTAmente Año 18 -
Número 48 – septiembre 2011, para su difusión a través de FABAInforma
Por Federico Kukso
fedkukso@gmail.com
Adaptación cerebral
“Vivimos una época en la que el exceso de información nos abruma y casi no hay
tiempo para detenerse a pensar –advierte el neurocientífico Rodrigo Quian
Quiroga, jefe de bioingeniería de la Universidad de Leicester (Inglaterra),
profesor visitante del Departamento de Física de la FCEyN-UBA y autor del
reciente libro Borges y la memoria (Ed. Sudamericana)-. Estamos online todo el
tiempo. Con tantos datos en la cabeza tendemos a la dispersión incesante. Uno
se encuentra en un estado de alarma permanente. No nos damos cuenta de lo
adictivo que es la información y cómo la tecnología corroe nuestras capacidades
cognitivas, nuestro poder de abstracción y reflexión. En cinco o diez años
vamos a hablar de internet como ahora hablamos del vino: si te tomás una copa
está bien, pero si tomás mucho tenés un problema”.
Se sabe: cada generación se adapta al cambio. La Historia (así, en mayúsculas)
es una larga cadena de transformaciones en pos de la supervivencia: la
aparición de la agricultura, la pólvora, la revolución industrial, el
telégrafo, la radio, la tv y ahora Internet y los celulares. Con una pequeña
diferencia: desde que nuestros antepasados más remotos descubrieron cómo usar
una herramienta, el cerebro humano nunca fue afectado de un modo tan rápido y
drástico como lo está siendo ahora. Como nunca ocurrió hasta el presente, nuestros
cerebros están expuestos a una tormenta de estímulos desde que nos despertamos
hasta que vamos a dormir a la noche.
“El uso de la tecnología digital altera nuestros circuitos cerebrales”, señala
Gary Small, neurocientífico de la Universidad de California (Estados Unidos).
Aunque lejos de resaltar lo malo, este investigador subraya lo bueno. “En un
grupo de voluntarios de más de 55 años -cuenta- comprobamos que el uso de
internet tiene resultados positivos para el funcionamiento del cerebro. El
problema surge cuando se exagera. Pasar 10 horas por día frente a la
computadora puede reducir las aptitudes de una persona para el contacto
personal, como mantener una conversación cara a cara. Una elevada exposición a
la tecnología disminuye nuestra capacidad de captar ciertos detalles durante
una conversación. Dejamos de leer las informaciones no verbales como la postura
corporal y los gestos”.
Los cerebros que le preocupan a Gary Small, en realidad, son los de los
adolescentes, cuyos cerebros no desarrollaron completamente el lóbulo frontal,
la sección que nos diferencia de los animales y que controla los pensamientos
más complejos y nuestra capacidad de planificación. Ellos (y ellas) -los
llamados “nativos digitales”- están más indefensos ante el alud informativo y
al cambio de mentalidad.
En unos pocos años nos volvimos cazadores de datos, adictos informativos. “Como
tendemos a buscar constantemente información en internet, nuestra mente va de
un sitio a otro -continúa Small-. La tecnología nos incita a seguir siempre
adelante, en lugar de hacernos parar para reflexionar. La revolución digital
nos sumergió en un estado de continua atención parcial. Estamos permanentemente
ocupados. No tenemos tiempo para reflexionar, analizar o tomar decisiones
meditadas. Las personas pasan a vivir en un constante estado de crisis, en
alerta permanente, sedientas de un nuevo contacto o de un nuevo bit de
información. Vivimos híperexcitados. Las redes sociales son particularmente
seductoras. Nos permiten satisfacer de manera constante nuestro deseo humano de
compañía e interacción social”.
Obviamente, no está todo dicho y hay voces críticas. “No estoy tan seguro que
si, como se dice, tenemos menor capacidad de atención que antes –confiesa el
neurobiólogo argentino Iván Izquierdo, uno de los pioneros en el estudio de los
mecanismos de la memoria-. En este mundo donde hay tanta cantidad de estímulos
que muchas veces nos distraen, confunden y perturban, aguantamos bastante bien.
El instrumento que el cerebro tiene para aguantar tanto bombardeo de estímulos
es la memoria de trabajo; y funciona. Se encarga de discriminar lo importante
entre lo irrelevante. Parece no hacerle daño tanto estímulo. Es como un gran
director de orquesta”.
Internet, así y todo, continúa siendo un campo fértil de contradicciones. Nos
hace más estúpidos y más inteligentes al mismo tiempo. Alienta todo tipo de
teorías conspirativas y también nos brinda la posibilidad de desarrollar un
nuevo tipo de sociabilidad, compartir opiniones, puntos de vista a una escala
hasta ahora nunca imaginada.
Como dice el gran neurobiólogo francés Jean Pierre Changeux, la cultura esculpe
nuestros cerebros. “No somos observadores neutrales -cuenta-. La cultura, la
sociedad y el ambiente nos transforman. En todo el desarrollo del ser humano
hay una gran plasticidad. Nuestros cerebros producen cultura y la cultura se
internaliza en nuestros cerebros”.
Nos cambie la tecnología como nos cambie, lo cierto es que hay un hecho
indiscutible: ya no hay vuelta atrás. Nos transformó por fuera y por dentro.